Carta de nuestro hermano José Antonio Gallego Gordillo
No lo entiendo. Que no. ¡Que no lo entiendo!
¿Cómo se puede denunciar a “mis niños”? ¿Es que no los ven?
Cogen cada día sus instrumentos para ir bastante lejos a
ensayar, a echarle horas a su devoción, aprendiendo cada día a ser los mejores.
Porque eso que no les quepa a nadie duda, ¡son los mejores! Y no van en
plenitud de comodidades. No. Pasan frío, desafían al mal tiempo y a las horas
incómodas de la tarde-noche. Cuando se ponen las boquillas en la boca están
frías, y hay que calentar el metal “haciendo labios”. Cargan en sus espaldas
los pesados tambores y bombos, en una sociedad donde hasta las mochilas de la
escuela llevan ruedas. Pero “mis niños” cargan con ellos. Y se les encallan las
manos de las baquetas, redoble tras redobles, aprendiendo compases que no
vienen en partituras y deben saber de memoria (y aún hay gente que dice que no
aprenden nada los jóvenes….). Cuando la marcha no va bien se corta. Y a empezar
de nuevo. Porque no sirve de cualquier manera. Tiene que salir perfecta. Muchas
horas para alcanzar la perfección. Entre los ensayos queda sitio para un
descanso, un cigarrito, unas risas, unos abrazos, algún que otro wassap…
Jóvenes, son una familia de jóvenes. De la familia mercedaria.
Podrían estar haciendo otras cosas de jóvenes, pero no.
Ellos han elegido, ¡elegido! aprender a tocar música para Dios. Ni más ni
menos. ¡Música para Dios! Que después interpretarán elegantemente vestidos,
luciendo orgullosos sus gorras de plato, poniendo los pelos de punta a cada
solo. Engrandeciendo nuestra hermandad. Llorándole a su Cristo Coronado de
Espinas, a ese Dios moreno del Zumbacón, al son de cornetas y tambores.
Cargando más de 9 horas sus instrumentos. Con la única paga de la satisfacción
del deber cumplido por amor a Él, cuando ese paso de misterio entra de nuevo en
la parroquia.
Pero aun así, hay gente a la que esto les molesta. Y los
denuncian. Se sienten superiores y los denuncian.
Si los jóvenes se reúnen para una botellona, con alcohol y
alguna que otra droga, se les tolera (no sin protestar) y no pasa nada. Si se
reúnen para ensayar marchas cofrades molesta y se les denuncia.
Si hay un borracho liándola a las 4 de la mañana no pasa
nada. Pero si hay un músico a las 4 de la mañana haciendo un solo de corneta
impresionante (como he visto yo el día de la Magna) molesta y se denuncia.
Si se reúnen para hacer cualquier juerga en la calle, se les
aguanta y no pasa nada. Si se reúnen para felicitar con música a Nuestra Madre
de la Merced, molesta y se les denuncia.
Eso sí, después querremos que nuestra Semana Santa sea
conocida internacionalmente. Después querremos que nuestras bandas crucen
fronteras, porque luce mucho decir que en tal sitio toca una banda de Córdoba…
Por eso ¡no lo entiendo! Pero que sepan esas personas
intolerantes, insensatas y necias que denuncian a “mis niños”, que dice la
Biblia en el salmo 150:
1¡Aleluya!
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
2Alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
3Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
4alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas,
5alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
6Todo ser que alienta alabe al Señor.
¡Aleluya!
Eso es lo que nos espera en el
Cielo, y díganme si no es una banda de ángeles….con platillos, trompas,
flautas, tambores… ¿y qué piensan hacer? ¿denunciarlos también? ¿a quién? ¿a
Dios? Pues ya saben dónde les va a mandar Dios. Como poco a tomar viento
fresco. Que música siempre ha habido y habrá siempre. Y estos jóvenes músicos
no hacen otra cosa sino adelantarnos lo que en el cielo hay….¡y de qué manera
lo adelantan!
Mis queridos jóvenes, mi querida
banda Coronación de Espinas, “mis queridos niños”, ánimo y p´adelante, que
cuánto más difícil es el camino, más grande es el triunfo. Y sólo triunfan los
mejores.
Un abrazo a todos. José Antonio.